Se ha comentado más de una vez que no hay mejor manual de historia para comprender la Guerra Civil entre los rusos blancos, restos del imperio zarista que soñaban con una restauración del trono, y el Ejercito Rojo que comandaba León Trotski, que este libro. Mijaíl Shólojov fue miembro importante del Partido Comunista. No obstante, el relato del premio Nobel no presenta un fuerte sesgo, sino más bien una crudeza extrema en sus descripciones de los combates y de las relaciones entre los personajes del libro. O de los libros, ya que fue publicado originalmente en cuatro tomos a lo largo de doce años. La versión que tenemos en nuestra biblioteca es en dos tomos y ocupa unas 1600 páginas. El Don apacible no es solamente un gigantesco mural descriptivo de los acontecimientos que sacudieron la estepa rusa entre los años catorce y veinte del siglo pasado, sino también una estudiada combinación de elementos formales y estéticos, que, en conjunto, componen una auténtica epopeya del héroe moderno, agitado por las dudas y las pasiones. Epopeya y alegato contra el absurdo de la guerra. Es también la exaltación de un topos muy concreto: las tierras del Don, el río convertido en impasible testigo de las leves vidas de los hombres que da cohesión a la obra. En más de una ocasión ha sido comparada con Guerra y Paz. La universalidad de la obra no viene dada, desde luego, por el marco de la acción: es el espíritu de rebeldía y el intento de dar sentido a las acciones humanas lo que otorga al protagonista -Grígori Mélejov- un puesto junto a Alonso Quijano en el Panteón literario. Del espíritu de Grígori muy bien podrían haber nacido estas palabras: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida".
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