Méritos: por ejemplo, los de pequeñas salas como Garufa, que intentan, contra todo pronóstico, mantener la afición por la música en directo, por la relación que se establece entre el artista y el público cuando se están mirando a la cara. O, por ejemplo, los de Señor Buena Suerte, que este fin de semana actuaron en el Garufa, con todas las condiciones en contra, incluso las climatológicas -y ya no digamos la celebración de San Patricio, con su orgía etilíca de cerveza irlandesa-. Señor Buena Suerte es una banda gallega que canta los temas de Dr. Feelgood. E hizo honor a sus emulados británicos. El repertorio basado en rhythm and blues fue interpretado con mucha dedicación, ya que no medios. E incluso la estética de pub rock londisense de Lee Brilleaux fue recreada con mucho acierto: el cantante lucía un traje de raya diplomática, digno de un auténtico gángster endomingado, camisa negra y corbata roja, y los más inverosímiles zapatos de puntera abotinados, mezcla de chulo y Aladino. Era un verdadero profesional, muy buen actor, capaz de crear un gran espectáculo por sí solo. Y un gran músico. Desméritos: por ejemplo, los del público, todos. El ambiente semejaba una verbena de pueblo, en los peores tiempos de la dictadura. Ellas, disfrazadas de modernas -es decir, de Inditex- bailaban entre ellas con risas forzadas y falsa camaradería, haciendo ver que “ni se fijaban” en ellos. Ellos, anulados por su propia medianía. ¡Qué grandes profesionales los músicos, que intentaron, contra viento y marea, no deprimirse incluso ellos¡.
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